Orgullo

Yo te habría entendido, te habría ayudado, te habría apoyado, querido, levantado, te habría hecho reír, llorar, abrazar, recordar, aceptar, rechazar. Habríamos volado, nos habríamos hundido en la profundidad de los enigmas, nos habríamos ahogado en un vaso de agua, habríamos chapoteado en los charcos de una ciudad vacía, habríamos pisoteado a las sombras del pasado, habríamos sido rayas perpendiculares que traspasan un eje multitudinario, habríamos actuado en la función de nuestras propias vidas…

Pero tú no quisiste.


Decidiste aprovecharte de esas pequeñas cosas que te di. Quedártelas para que yo tuviese que desprender otro pedazo de mi existencia y tirarlo al contenedor verde, el de los residuos orgánicos. Te empeñaste en decidir por mí, en coger mis opiniones y arrugarlas en una bola que te amenaza con estrellarse contra tu cara. Y mira que te dije que no era verdad, que te estabas equivocando.

Pero no veías, simplemente pensabas en ti. En ti y en deshacerte de mí cuanto antes, por eso no querías creerme, por eso me oprimiste a elegir. Querías quitarte la carga que yo suponía, o eso, o echártela toda encima.

Y así no funcionan las cosas, y lo sabes.


Tal vez yo sea manipulable. Tal vez.

Pero suponiendo que yo fuese manipulable, ya estaría a tu merced. Rendida a tus pies y agradeciéndote de rodillas todo lo que has hecho por mí. Repitiéndote día a día que hice lo correcto, y volviéndote a agradecer por ayudarme a tomar el buen camino. Sinceramente, yo no veo eso. ¿Sabes lo que veo?

Veo un aura coloreada con el odio, la traición y el engaño. Tiene esculpida la palabra Ego en mayúsculas, y señalada con varias flechas irregulares. Talladas con la cuchilla de un sacapuntas las palabras orgullo e incomprensión.


Y lo que verdaderamente me molesta, es que ha explotado un vínculo. Y ahora no puedo volver a recuperarlo. Intento ignorarlo, pero sigue ahí. Hasta que no se aclare, la mancha va a estar presente. Puedes hacer como si no estuviese, pero siempre que te de por observarla, te va a clavar la mirada. Mirada agonizante que parece susurrar ayuda.


No está en mis manos, no puedo hacer nada.

Y es ahora cuando tengo que sentirme inútil.

Puntuación

Una vida feliz, dos puntos por aquí y una sarta de estupideces, punto y aparte, doble espacio, una coma aquí, otra aquí, signos de puntuación encerrados en una montaña de palabras mal agrupadas, punto y seguido, la guía de cómo coserse una sonrisa en dos sencillos pasos, dos puntos, una enumeración, coma, espacio, doble espacio, comillas, frase del ayer, cierra comillas, dos puntos y otra enumeración.

Letra, letra, espacio, letra, letra, letra, letra, letra, letra y punto final. Y ahora, imagina. Imagina tu nombre en mayúsculas, dos puntos y una frase que no son más que palabras compactadas para seguir formando un muro de falsas ilusiones. Ahora, un punto y aparte. Mi nombre, dos puntos, puntos suspensivos, abre interrogación, letras engarzadas, cierra interrogación y tu castillo de mentira sigue creciendo. Diálogo entre tú y yo, y a cada fonema los soldados de tu fortaleza catapultan engaños a mi muralla de cartón. Un, dos, tres puntos. Garabatos de amistad entre renglón y renglón.

Y pasas página.
Y se acaba el libro.
Y es que pertenecemos a esa clase de historias que, cuando te cansas de ellas, las cierras con una onomatopeya de estallido y luego las colocas en cualquier rincón de tu estantería, como si nada hubiera pasado, como si tu castillo no se hubiera derrumbado.

Y punto por punto, vas olvidando. Y letra por letra, voy recordando.


Y los charcos se aburren de dar puñaladas al cielo